Como una breve sombra en la soledad de la nieve

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Esbozo una entrada sobre Robert Walser que quizá nunca escriba.  Leo sus poemas, repaso alguna de sus novelas, sus microgramas escritos a lápiz, algunos ensayos. Busco imágenes, intento averiguar algo de él a través de esas fotografías. Trazo aproximaciones a un escritor que, en su afán de ocultamiento, fue el fantasma de su propia desaparición. Anoto en el cuaderno palabras que dicen borramiento y desaparición. Pienso en los paseos de Walser y me digo que el suizo fue un escritor entregado al deseo de deambular extraviado y en silencio. Escribo aquello que alguien dijo, aquello de que en Walser la realidad como su escritura están en un proceso de desintegración constante, de perdida y destrucción de la propia identidad.

Tenía cerca de setenta y ocho años cuando murió mientras daba uno de sus largos paseos por la nieve. Fue un día de Navidad de 1956 cerca del manicomio de Herisau, donde pasaba los últimos años de su vida.  Se dice que un grupo de niños encontró su cuerpo tendido en la nieve con la mano en el corazón. Intento revelar algo que no sé del silencio en las fotos que encuentro de Robert Walser sobre la nieve. Imagino su cuerpo caminando sobre los campos nevados tarde tras tarde y me digo que quizá escribir sea eso, caminar sobre la nieve, ocupar una blancura.  Leo que alguien dice que el universo literario de Walser giró en torno al deseo de huir, de no ser nadie y perderse como en sus paseos. En la entrada que no escribiré diré que no dejó más que huellas en la nieve poco antes de morir.

La palabra disolución explica algo de Robert Walser. Buscaría, entonces, analogías entre Blanchot y Walser, entre la formación y disolución del sujeto en la escritura. Tejería vínculos también entre Walser y Perec y el interés de ambos por narrar lo mínimo, lo infraordinario. Exploraría semejanzas entre Hölderlin y Walser, cuyos destinos y obsesiones fueron tan similares al final de sus vidas. Admirado por escritores como Thomas Mann, Canetti, Walter Benjamin o Magris, fue reivindicado por Hesse, Kafka o Musil. Alguien dice que lo que le gusta de Robert Walser es algo que, como la nieve o la ceniza, se deshace. Y es eso y así lo anoto, como una especie de residuo o resto aún más débil. En alguna parte he leído que Sebald lo describió como el más solitario de los escritores solitarios y que Elias Canetti lo consideraba el más oculto de todos los escritores. En la entrada que no voy a escribir intentaría explicar que Robert Walser caminaba como escribía, siendo rastro y disolución, un cuerpo que avanza hasta ser una breve sombra en la soledad de la nieve.

[Publicado en Revista Détour]

Imagen: Pelayo Ortega, Robert Walser

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