18. enero. 2017 / Miércoles. Un copo cae de la hoja de un árbol: nieva toda la mañana. El día me entrega este regalo, el que no he pedido. Hago esta foto y la subo a las redes sociales. No lo digo, pero comparto una alegría inesperada. Todas las mañanas del mundo carecen de retorno, dice Pascal Quignard. Este día también. Hoy hace treinta y dos inviernos que estoy aquí.
19. enero. 2017 / Jueves. Me doy cuenta que tiendo a escribir en la página derecha del cuaderno más que en la izquierda. No significa nada, ¿pero de dónde viene?
20. enero. 2017 / Viernes. Hablo con R. Hace unos años dejó las redes sociales. Entiendo mejor que nunca su decisión. Le comento mi alejamiento paulatino. Hace tiempo que también estoy en esa tesitura. Me cansa todo este asunto de la hiperconectividad, la inmediatez, la hiperconversación, la sociabilidad continua, el exceso de palabras, la ausencia de contenidos. Si hace unos años se daban por acabados los blogs, en medio de este contexto es cuando pueden recuperar todo su sentido.
21. enero. 2017 / Sábado. Cena en el restaurante de Sergio Martínez. Encuentro con amigos, los recientes, los de siempre, los que no se acaban nunca. Brindamos. Celebramos la amistad como merece. Soplo las velas sobre una tarta de Ferrero.
22. enero. 2017 / Domingo. Desayuno tarde en el Café del Arco. Me espera O. con periódicos y revistas. No hay plan mejor un domingo por la mañana. Luego todo el día en casa al resguardo del frío y enlazando varios capítulos de series. No soy buena espectadora de series. No me gusta que me dejen con un continuará. No me perece natural esa espera. Pero hoy le dejo al día estar. Luego un paseo antes de cenar para despedirnos de Miriam y José. Ahora, leo el libro de Rose Ausländer y en un rato me iré a la cama.